sábado, 19 de diciembre de 2015

Judge Dredd Megazine: América

A la vista de los 25 años ininterrumpidos que lleva publicándose el Judge Dredd Megazine, resulta difícil explicar cómo el Juez Dredd no consiguió tener su propia revista regular hasta finales de 1990. En mi opinión, los norteamericanos no hubieran aguantado ni dos años a la hora de desplumar semejante pollo; de hecho, como diría algún que otro barbudo de Northampton, seguramente nos hubieran vendido el pollo por un lado y las plumas por otro.
 
Haciendo un poco de historia, el Juez Dredd había hecho su debut en Marzo de 1977, dentro del segundo número del 2000AD, convirtiéndose desde un primer momento en el claro favorito de los lectores. A modo de número Annual, puede decirse que consiguió su primera cabecera propia en 1980, manteniendo ese especial durante los años siguientes y llegando incluso a obtener su propia tira diaria en los periódicos británicos a través del Daily Star. En el año 1984, tras la buena acogida del mercado americano a los comic-books de Eagle, IPC Magazines se planteó por primera vez la posibilidad de sacar una segunda publicación regular, en paralelo con el 2000AD y exclusivamente dedicada al universo del Juez Dredd, el Judge Dredd Fortnightly. Los guiones previstos para el contenido de lo que iba a ser aquella revista quincenal llegaron a ser escritos en su totalidad, incluso fueron dibujados y rotulados en su mayor parte, pero el proyecto se acabaría cancelando a última hora para gran decepción de todos los que estuvieron implicados en él. En esta misma línea, a principios de 1988 apareció otro número especial, el Judge Dredd Mega-Special, vendiendo unas cifras que según uno de los antiguos editores del Megazine, David Bishop, ya quisieran hoy llegar a alcanzar sus actuales propietarios de Rebellion.
Las ventas de aquel número especial vinieron a demostrar que había una audiencia receptiva a recibir más material de Dredd, pero IPC tampoco llegó a dar nunca ese paso porque acabó vendiendo ese mismo año su división de comics a Maxwell Consumer Magazines, incorporándose así el grupo 2000AD al sello Fleetway. Sin embargo, aparte de remozar totalmente el aspecto visual del 2000AD, lo primero que hizo Fleetway fue lanzar al mercado Crisis, una revista dirigida a ese sector “for mature readers” que habían ido creando títulos como Watchmen o Dark Knight. A pesar del buen arranque de sus primeros números, Crisis se encontró forcejeando para sobrevivir a los pocos meses de su lanzamiento. La razón fundamental no era otra que el continuo trasvase de autores al mercado norteamericano, que además de pagarles puntualmente por su trabajo, les remuneraba con suculentos royalties en función de las ventas obtenidas, haciéndose difícil competir con los norteamericanos en esas condiciones.
En este ambiente editorial, a finales del verano de 1989, uno de los hombres fuertes de Maxwell en el grupo, Jon Davidge, fue nombrado director de publicaciones de Fleetway, siendo entonces cuando por fin se decidió que había llegado la hora de publicar un spin-off de Dredd. Según comentó el propio Davidge en su día, en el número de aniversario del Megazine, el Juez del futuro era claramente el personaje más fuerte del 2000AD, acaparando su audiencia mayoritaria. Si se cuidaban económicamente los aspectos artísticos y creativos y se buscaba esa tendencia “for mature readers” que tan buenas expectativas había llegado a despertar el primer número de Crisis, la presunción de Davidge era que el personaje podía soportar con éxito el peso de dos revistas regulares en el mercado, tal y como hacían los personajes más importantes del mercado norteamericano.
 
El conocido Steve MacManus fue el editor contratado para llevar a cabo el lanzamiento, si bien a quien se consideró indispensable involucrar al frente del proyecto fue a John Wagner, no ya sólo por ser uno de los creadores del personaje, sino por haber estado escribiendo sus historias durante más de doce años. Nadie conocía al personaje y al universo en el que se movía mejor que él. O lo que es lo mismo, por decirlo de alguna manera, su presencia resultaba necesaria para dar credibilidad a la nueva revista.
 
Tras aquella entrevista entre Jon Davidge y John Wagner de la que ya hablamos en otra entrada anterior y que concluyó con la permanencia de John Wagner en la editorial y el reconocimiento a su favor de derechos y porcentajes de ventas sobre el personaje (nada de propiedad, evidentemente), surgió finalmente el Judge Dredd Megazine, con John Wagner y Alan Grant convenientemente remunerados y desarrollando íntegramente su contenido como principales responsables de la revista y editores consultores de la misma. En un primer momento sería Wagner quien llevase todo el peso creativo a causa de un pequeño malentendido con Alan Grant, pero todo se solucionó rápidamente, incorporándose éste de lleno a la tarea de sacar a la calle el Judge Dredd Megazine, nombre con el que la nueva antología de historias sería finalmente bautizada por MacManus.
 
Wagner sería el encargado inicial de buscar escritores y dibujantes para el Megazine, encontrándose tan incómodo con las labores de editor que en menos de un año acabaría abandonando el puesto y dedicándose únicamente a lo que de verdad le gustaba, que era escribir historias. En cualquier caso, incapaz de encontrar lo que quería en otros escritores, sería el propio John Wagner quien acabaría escribiendo tres de los seriales que aparecieron en el primer número del Megazine y cuyo contenido se extendería a lo largo de los meses siguientes dentro de la revista. Encuadrados dentro de lo que prometía el título del Megazine, los tres pertenecían al Universo de Dredd, desarrollando con excelentes resultados creativos diferentes situaciones y personajes que ya habían aparecido anteriormente en el 2000AD; de hecho, junto con el Raptauro de Alan Grant que apareció a partir del undécimo número de la revista, estas tres historias inaugurales de Wagner son precisamente las que más me gustaría destacar de aquella primera andadura del Megazine, que estuvo compuesta por veinte números (Vol. 1).
Cam Kennedy sería el encargado de dibujar la primera de ellas, Beyond Our Kenny (Megs. 1.01-1.03), una historia de 27 páginas que apareció en los meses correspondientes de Octubre a Diciembre de 1990, durante los tres primeros números del megazine. Su protagonismo recaía nuevamente en el genial, estafado y finalmente encerrado artista de trashzines conocido como Kenny Who?, el alter-ego en Mega-City Uno del dibujante escocés Cam Kennedy que ya había aparecido tres años antes en El Arte de Kenny Who? (Progs. 477-479), donde John Wagner y Alan Grant habían presentado una satírica y particular versión de lo ocurrido al propio Cam Kennedy durante su primera visita a las oficinas de DC Comics.
 
La primera página se dedicaba a hacer un resumen de todo lo que había sucedido hasta entonces, contando como el ilusionado y devoto artista que había llegado a Mega-City Uno, había acabado viendo como su talento era imitado y despiadadamente robado por la editorial de trashzines Big1, sustituyéndole por uno de los droides dibujantes que tenía en su plantilla y que para mayor escarnio de su obra firmaba como Jimmy Who? El despedido y frustrado Kenny acababa destrozando a hachazos al droide imitador y resultaba condenado a cinco años en los cubos por causar daños a la propiedad y resistencia a la ley.
 
Bajo estas premisas, Más Allá de Nuestro Kenny suponía la secuela de aquella historia y contaba como su esposa, la sra. Izzy Who? y sus dos hijos, los pequeños Kizzy y Ken, llegaban a Mega-City Uno en busca de Kenny, enterándose entonces de lo sucedido y visitando al frustrado artista en prisión.

Sin rebajar el tono de sátira en ningún momento, los lectores eran testigos de las peripecias de la totalidad de la familia Who?, de los criterios editoriales a la hora de pagar derechos de autor, de la absurda capacidad que tienen los genios de sobreponer su orgullo profesional a los dictados de la Ley de Mega-City Uno, y de cómo Dredd podía aplicar justicia a unos delincuentes al mismo tiempo que revisaba aquellas sentencias que consideraba injustas, aun cuando resultase a costa de alguna que otra injusta pena de deportación.
Cómplice del argumento, Cam Kennedy era el mejor dibujante posible para llevar a cabo lo que no dejaba de ser una esperpéntica y ácida visión de aquella anécdota propia que había inspirado la historia original, logrando además unos curiosos efectos con el color al sustituir la mayoría de los negros con tonos densos de diferentes colores.
 
Con todo, la gran historia de aquella primera andadura del Megazine iba a ser América de John Wagner y Colin MacNeil (Megs. 1.01-1.07), consensuada rápidamente entre los lectores como la historia más impactante de Dredd que se había publicado hasta la fecha. Con un total de 62 páginas, América apareció dividida en siete partes, publicadas de Octubre de 1990 a Abril de 1991. Su línea temporal se desarrollaba a modo de flashback, de una manera diferente a la continuidad que era habitual en las historias de Dredd, toda vez que se iniciaba dando un salto atrás en el tiempo, comenzando en una época anterior en casi dos décadas a la Guerra del Apocalipsis del 2104 y avanzando luego por diferentes momentos temporales hasta llegar al presente en el año 2113.
El ilustrador elegido por el propio John Wagner para llevarla a cabo fue el joven escocés Colin MacNeil, un prometedor artista que había comenzado dibujando las historias de Slaine en el 2000AD, obteniendo apenas un año más tarde un merecido reconocimiento como responsable de continuar junto al propio Wagner la saga del rebelde surfista conocido como Chopper en Soul on Fire (Progs. 594-597) y la emocionante Song of the Surfer (Progs. 654-665). En este sentido, América supondría para MacNeil su consagración como uno de los artistas más importantes del 2000AD y del Megazine. Esta fue la portada encargada de presentar la primera recopilación de la saga en formato de novela gráfica, llevada a cabo directamente por Fleetway en 1991, apenas siete meses después de que hubiera concluido en el Megazine.
 
El argumento de América enlazaba con las historias que giraban en torno a la trama de la Democracia y que tan buenos momentos le habían proporcionado a la serie. De hecho, al igual que había ocurrido en Carta de un Demócrata, la historia no aparecía contada desde el punto de vista de los Jueces, sino de los propios ciudadanos que vivían en Mega-City Uno, lo que inevitablemente volvía a situar a los Jueces como villanos de la historia.
A efectos de continuidad, la historia presentaba también por primera vez a la organización terrorista conocida como Total War, activistas demócratas dispuestos a restaurar la democracia en MegaCity a toda costa y a cualquier precio, incluido el derramamiento de sangre. Sin embargo, en el tono pesimista y oscuro que impregnaba la saga, los medios que utilizaba Total War impedían que los lectores empatizaran con su causa, tal y como podía suceder en la época más dura de los atentados del IRA, a los que de alguna manera Total War hacía referencia, pero sin que esa realidad te impidiese ver cómo había acabado el Sueño Americano y quienes lo defendían. Y es que a pesar de tener la excusa de una historia de amor como motor argumental de la trama, América en realidad iba de eso, de la muerte del Sueño Americano bajo las botas de los Jueces, tal y como venían a anunciar sus dos primeras páginas, las dos splashs iniciales que servían de prólogo a la saga.
 
La historia comenzaba con el nacimiento en Mega-City Uno de América Jara, descendiente de una familia de inmigrantes procedentes de las llanuras radioactivas de Puerto Rico (evidentemente, la coincidencia del apellido del personaje con el del asesinado y torturado cantautor chileno Víctor Jara, no puede considerarse como algo casual, sino que parece explicar una parte del origen de América en la mente de John Wagner), al que también asistía su pequeño vecino, el recién nacido Bennett Beeny, conocido familiarmente como Benny. América y Benny habían sido compañeros desde niños. Habían crecido juntos, desde el colegio al instituto, desarrollando con los años una fuerte amistad que Benny siempre deseó en secreto que fuese a más, pero teniendo pocas posibilidades de éxito al tratarse de dos jóvenes muy diferentes: América era valiente, nacida con una fuerte creencia en los valores de la democracia y nunca se echaba atrás por nada, mientras que Benny era bastante cobardica, nacido con el miedo a los Jueces metido en el cuerpo y dotado con un extraordinario talento para la comicidad.
A medida que ambos jóvenes habían ido madurando, América había comenzado a relacionarse con actividades políticas ilegales dirigidas a la restauración de la democracia, actividades de las que Benny prefería no saber nada, observándose como de manera paralela a la historia principal que tenía lugar entre ellos, siempre surgía como ominoso trasfondo la sociedad creada por los Jueces, sin que su presencia disminuyese en intensidad a medida que iba avanzando el relato.
 
Finalmente, tras graduarse en el instituto, Benny le había confesado a América el amor que sentía por ella, siendo rechazado por la chavala, que lo quería de verdad, pero no de la manera que pretendía Benny. Tras el rechazo, América se había marchado a vivir a la zona de la Universidad, enrollándose con otro compañero universitario que también estaba metido en las mismas actividades que ella, mientras Benny se marchaba a Mega-City Dos y comenzaba una carrera como cómico musical que le acabaría convirtiendo en una multimillonaria megaestrella del espectáculo, aunque sin conseguir llegar a olvidar nunca el amor que sentía por ella. A pesar de la separación, Benny la había buscado por todas partes tras el desastre de la Guerra del Apocalipsis, dándola finalmente por perdida ante el número de bajas causado por la Blockmania y la posterior destrucción nuclear masiva de Mega-City Uno durante la guerra con los Soviets.
 
La historia volvía a reanudarse varios años después, con la multimillonaria y solitaria estrella del espectáculo caminando por los subniveles de peor fama de Mega-City Uno en busca de una prostituta (slab-walkers, en el argot de MegaCity, algo así como “transeúntes de los subniveles”) para que le hiciera un apaño, siendo entonces cuando se encontraba cara a cara con América. Sin embargo, las cosas no resultaban ser lo que parecían a primera vista, ya que a los pocos segundos, con América intentando por todos los medios sacarle de allí, Benny se veía envuelto en medio de un atentado de Total War contra unos Jueces que acudían a una llamada anónima de la que América resultaba ser el cebo. 
Lo peor era que Benny había visto demasiado y podía identificar a los terroristas, siendo también disparado a quemarropa por uno de los compañeros de América, a pesar de los intentos de la joven por impedirlo. La multimillonaria estrella del espectáculo lograba sobrevivir a duras penas del atentado, pero el disparo le dejaba destrozada la garganta, lo que ponía fin para siempre a su carrera musical, aun cuando los derechos de autor le bastasen para llevar una vida de lujo sibarítico durante el resto de su existencia en una de las zonas residenciales más elitistas de Mega-City Uno. En este punto era donde Dredd se incorporaba de lleno a la trama, siendo el encargado de dirigir la investigación sobre las acciones del nuevo grupo terrorista demócrata. A pesar del pánico que sentía al ser interrogado por Dredd, Benny conseguía no desvelar nada sobre América y sus compañeros, siendo considerado por los Jueces como una víctima colateral del atentado.
Tras su salida del hospital, Benny acababa recibiendo la inesperada visita de América en su mansión para pedirle perdón por lo sucedido y agradecerle que no hubiera informado de nada a los Jueces. El reencuentro servía para que Benny le confesase que su amor por ella permanecía inalterable, mientras que América le contaba como había participado en la gran Marcha Democrática del 2109 vista en Revolución (Progs. 531-533), resultando asesinado en ella su compañero sentimental por los Jueces que habían reventado la Marcha. Ella había sido detenida y torturada, obligada por los Jueces a abortar al hijo que esperaba y finalmente encerrada en los psicocubos. Tras ser puesta en libertad, América había ingresado en Total War.
El reencuentro entre ambos había concluido con la primera vez que habían hecho el amor. Consumada su relación, América le preguntaba a la mañana siguiente si estaba dispuesto a involucrarse en su lucha y contribuir con fondos a la próxima operación de Total War, cuyo objetivo era volar por los aires la antigua Estatua de la Libertad, un gesto simbólico dirigido a concienciar al antiguo pueblo norteamericano sobre que lo ya no existía en Mega-City Uno. Tras asegurarle América que nadie saldría herido, Benny accedía a su petición, pero finalmente acababa reflexionando que no podía convertirse en instrumento de un acto terrorista y se echaba atrás, acudiendo entonces a Dredd e informándole de todo bajo la promesa de que América no resultaría herida durante la operación contra los terroristas.

La noche del atentado, los Jueces emboscaban al comando de Total War. Al verse rodeados, los terroristas intentaban rendirse, pero Dredd ordenaba abrir fuego a discreción sobre ellos, cayendo todos muertos excepto una malherida América, que finalmente resultaba abatida por uno de los Jueces que decidía ignorar la orden final de alto el fuego dada por Dredd. Benny, que había presenciado toda la operación, salía de su escondite y pedía a gritos ayuda médica para América, recriminando a Dredd la masacre que se acababa de llevar a cabo hasta que se daba cuenta de que eran sus propias manos las que se encontraban manchadas con la sangre de la persona amada.

Desgraciadamente para el destrozado Benny, América se encontraba más allá de cualquier ayuda, hallándose en situación de muerte cerebral, aunque su cuerpo mantuviese activas sus funciones vitales. En un retorcido giro del destino, la triste historia de amor concluía con Benny incapaz de soportar su propia culpa y utilizando su inmensa fortuna para mantener viva a América de la única manera que le resultaba posible, es decir, trasplantando su propio cerebro al cuerpo de la fallecida terrorista, siendo esa la imagen que el espejo le devolvía, ya en el presente, antes de salir al escenario. En otra triste metáfora de lo que se había contado de manera paralela a la historia principal, América ya no existía, en su lugar sólo había un cascarón vacío ocupado por aquél que la había traicionado.
 
A pesar de aquella descorazonadora conclusión, la historia tendría una interesante secuela seis años más tarde, descubriéndose que Bennett Beeny había hecho algo más que intercambiar sus cuerpos para mantener vivo el recuerdo de América y dar una esperanza de futuro a su amor por ella. Pero aún no era el momento de avanzar más en la trama, sino que habría que esperar al año 1996 para que el Vol. 3 del Megazine publicase Fading of the Light (Megs. 3.20-3.25), la esperada secuela de la historia original. Incluso continuando la trama de una manera cada vez más consecuente, puesto que las historias de Dredd transcurren en tiempo real, el paso del tiempo daría lugar a otra nueva secuela, dieciséis años más tarde, Cadete (Megs. 250-252), conformando las tres historias una trilogía denominada precisamente América y que no hace tanto volvió a ser recopilada en un solo tomo de 140 páginas por Rebellion.
 
América es considerada mayoritariamente como la gran historia de Dredd escrita por John Wagner. El propio escritor ha contribuido al elogio considerándola su favorita; y si alguien me preguntase a mí, pues evidentemente no soy muy imparcial, pero ya puestos, no tendría ningún rubor en reconocerla como una de las dos o tres historias que posiblemente más me gusten de Judge Dredd. Desde luego, una de las que más ha influido en el tono de madurez del personaje a lo largo de los años. No creo además que se pueda decir que envejezca en absoluto, ni siquiera gráficamente, sino que más bien mantiene esa vigencia de las cosas que aún están por venir. Y la verdad, teniendo la posibilidad de hacerlo, me parece un verdadero despropósito que Kraken aún no haya publicado esta historia aquí y siga permaneciendo inédita. Son cosas que no se entienden.
 
En cualquier caso, creo que de momento habrá que dejarlo aquí. La próxima vez que nos saquen a pasear fuera de los psicocubos, intentaremos echar un vistazo a otros aspectos editoriales del Juez Dredd, antes de volver a insistir un poco más en esta primera trayectoria del Judge Dredd Megazine.
 

sábado, 5 de diciembre de 2015

Los epílogos a Necrópolis

Desde la perspectiva que suele proporcionar el paso del tiempo, yo diría que los primeros años de la década de los 90 vinieron muy marcados por el nacimiento del Judge Dredd Megazine, la nueva revista mensual dedicada exclusivamente al universo del Juez Dredd que debutaría en Octubre de 1990, el mismo mes en el que concluía Necrópolis, y a la que John Wagner se acabaría trasladando como editor y principal escritor a principios del año 1991. A su vez, la marcha de Wagner del 2000AD conllevaría la entrada de toda una serie de jóvenes guionistas, como Garth Ennis, Grant Morrison o Mark Millar, a los que el tiempo ha acabado convirtiendo en autores muy reconocibles para nosotros a través del mercado norteamericano. Alan Grant, por su parte, seguiría apareciendo tanto en el 2000AD como en el Megazine, al menos en un primer momento, al tiempo que comenzaba a disfrutar de un reconocible éxito en el mercado norteamericano con sus guiones para DC Comics, sobre todo con los escritos para Batman y para otro de los personajes fetiche de aquella época, el mercenario y cazador de recompensas alienígena conocido como Lobo, el último czarniano.
Toda vez que hay que comenzar por alguna parte, en lo que se refiere al 2000AD, las historias que vieron concluir el año 1990 estuvieron centradas en las secuelas que los Jueces Oscuros habían dejado a la megaciudad y en las consecuencias del regreso de Dredd y McGruder de la Tierra Maldita. Con el veterano Ron Smith regresando a los lápices, tras cuatro años de ausencia y en la que sería una de sus últimas apariciones en la serie, la primera de esas secuelas fue Teatro de Muerte (Progs. 700-701), dos episodios aparecidos a mediados de Octubre que comenzaban con Dredd haciéndose cargo de un posible avistamiento del Juez Muerte en el antiguo Teatro Holográfico de la megaciudad.

El avistamiento resultaba ser una bizarra grabación a base de hologramas destinada a inmortalizar las hazañas del Juez Muerte, recogiéndose en ese momento la muerte del Juez Silver a sus manos como parte del documental. Esta era la primera vez que se mostraba parte de lo sucedido, siendo Ennis y Ezquerra los que proporcionarían más detalles al año siguiente en El Regreso del Rey (Progs. 733-735).
 
Investigando lo que había detrás de aquella proyección continua ante un público inexistente, Dredd registraba el teatro y encontraba el cadáver destrozado del Juez Winstanley, el conservador del Museo Negro, el recinto oficial en el que se conservaban los trofeos más macabros de Mega-City Uno. Sus asesinos resultaban ser unos droides con el aspecto del Juez Muerte que se usaban en el lugar a modo de atracción y que ya habían aparecido en el caso Beecher. La conclusión que dejaba la historia es que no había rastro de Muerte por ninguna parte, si bien, ese mismo mes iba a comenzar su andadura el Judge Dredd Megazine, una de cuyas sagas de presentación era precisamente Young Death: Boyhood of a Superfiend, destinada a incidir directamente sobre aquella cuestión.

A continuación, tras su número de debut en Animal Man, y a punto de incorporarse a la serie como nuevo dibujante regular del que fue uno de los grandes tebeos de aquella época, otro viejo conocido que regresaría a casa dos años después de su última aparición en la serie fue Steve Dillon, en esta ocasión encargándose de llevar a cabo la parte gráfica de Pesadillas (Progs. 702-706), cinco episodios publicados de Octubre a Diciembre y que con un total de 30 páginas constituían el epílogo más evidente de Necrópolis.
 
El primer capítulo de la saga suponía un montón de información a digerir en tan sólo seis páginas. La historia comenzaba con un transporte oficial del Departamento de Justicia aterrizando en la Tierra Maldita. Acompañado de una escolta, el cadete Giant descendía del mismo en busca del joven Yassa Povey con la misión de llevarle hasta Mega-City Uno con el fin de implantarle unos ojos biónicos, cumpliendo así la promesa que Dredd había hecho a sus padres al final de The Dead Man (Progs. 650-662).

La acción se trasladaba a continuación a Mega-City Uno, donde Dredd recibía su tratamiento diario para paliar los daños causados por el ácido en su piel, sugerencia de McGruder a fin de no perjudicar más la moral pública con su aspecto. A pesar de que su cabeza no parecía estar en las mejores condiciones, como evidenciaba la perilla que había decidido no afeitarse y una extraña manera de referirse a sí misma siempre en plural, al modo de la Reina Victoria, McGruder había sido aceptada sin oposición por los Jueces Mayores (Senior Judges, es decir los que más tiempo llevan en activo) como nueva Juez Jefe de la megaciudad.

Al no dar abasto para tanto cadáver las Plantas de Reciclaje de Resyk, McGruder decidía enterrar a los millones de muertos en gigantescas fosas comunes fuera de los muros de la megaciudad. En aquel momento nadie se podía esperar que un año y medio después, aquellos enterramientos masivos se fuesen a convertir en otra de las mayores amenazas a nivel de destrucción masiva a las que ha tenido que hacer frente Mega-City Uno a lo largo de su historia, al desatarse a nivel planetario la Guerra Zombi que aquí tenéis publicada por Kraken en el Día del Juicio (Progs. 786-799 y Megs. 2.04-2.09).
Tras la elegía a los fallecidos, McGruder y Dredd analizaban el estado en que había quedado la ciudad, reconociendo Dredd que su decisión de emprender la Larga Marcha había sido un error que le había conducido a abandonar su puesto. Coincidiendo con su punto de vista, McGruder le informaba de una reunión de Jueces Mayores para decidir el camino a seguir tras todo lo sucedido y le solicitaba su asistencia a la misma.

En plena campaña publicitaria del Departamento de Justicia para intentar elevar la moral ciudadana, Yassa Povey era recibido como un héroe ante los medios de comunicación. La noticia de su llegada a MegaCity discurría en los noticiarios junto a las noticias que comentaban la proliferación de actividades criminales, enfermedades, restos de actividades caníbales, la llegada de ayuda de otras megaciudades, el aumento de manifestaciones demócratas, o la búsqueda del Juez Muerte y el aislamiento de sus compañeros en cámaras de contención.
 
El simbolismo que el joven Povey representaba para el Departamento motivaba que un par de criminales le secuestrasen y solicitasen un elevado rescate por su liberación. Dredd seguía el rastro de los secuestradores, siendo Anderson quien obtenía su paradero y le guiaba hasta su localización.

La historia concluía con la anunciada reunión de Jueces Mayores convocada por McGruder, donde la nueva Juez Jefe de Mega-City Uno volvía a asumir formalmente el cargo y suprimía la figura del Consejo de los Cinco, constituyéndose como única autoridad a partir de ese momento. A continuación, se abría a debate el camino a seguir para superar el caos que desbordaba la ciudad. El Juez Grice aparecía por primera vez en la serie liderando el sector de Jueces que propugnaban el uso de la fuerza para contener las crecientes protestas de los demócratas. Sin embargo, Dredd aparecía en ese momento y dejaba las cosas meridianamente claras a todos los asistentes: el gobierno del pueblo sin el pueblo era una dictadura. Le gustase o no le gustase al Departamento de Justicia, un referéndum iba a ser convocado a fin de que los ciudadanos se pronunciasen a favor o en contra de lo que el propio Dredd iba a ofrecerles: control firme, rígida disciplina y justicia instantánea.
Con Grice y parte de los Jueces Mayores mostrándose contrarios a la votación, el primer referéndum democrático, hito sin precedentes en la historia de Mega-City Uno, quedaba formalmente convocado para celebrarse en apenas un año. A cargo de John Wagner y de Garth Ennis respectivamente, The Devil You Know (Progs. 750-753) y Twilight´s Last Gleaming (Progs. 754-756), ambas recopiladas posteriormente bajo el título de Democracy Now!, serían las dos sagas encargadas de recoger el evento, conclusión de la trama argumental iniciada cuatro años atrás con Carta de un Demócrata.

Otra de las consecuencias que trajo consigo Necrópolis fue la fuga de los psicocubos del conocido y notorio asesino en serie menor de edad, PJ Maybe. Al igual que había sucedido con Liam Sharp en la primera trilogía del personaje, su regreso también iba a correr esta vez a cargo de un único dibujante, el galés Anthony Williams. Aunque habría que esperar dos años para su continuación, la primera de las dos sagas que en esta ocasión se le iban a dedicar al joven Maybe fue Wot I Did duRing Necroplis, by P.J. Maybe, aged 15 (Progs. 707-709), tres episodios que con un total de 18 páginas aparecieron como cierre del año y que volvían a situar a PJ Maybe en libertad.
La historia discurría en dos partes que se alternaban en la narración hasta confluir en un final común. Una de ellas estaba situada en el presente y aparecía protagonizada por Dredd, que investigaba una bunkerizada mansión situada en una zona residencial de Mega-City Uno propiedad de la multibillonaria familia Urchison. La otra, con la que comenzaba la historia, se situaba en el pasado reciente, durante los días de la Necrópolis, y en ella era el propio PJ Maybe quien narraba su fuga los psicocubos y lo que había sucedido a continuación.

A modo de diario, el joven psicópata contaba como durante los días más duros de la masacre había aprovechado el caos desatado por las ejecuciones en masa para evadirse del psicobloque en el que estaba encerrado, provocando además un incendio que borraba su rastro. Dirigiéndose al domicilio familiar, llegaba en el momento en que sus padres se quitaban la vida con unos pantalones envenenados (el no va más en la moda de los espías). Sin embargo, la fortuna le sonreía cuando una amiga de su madre, la multibillonaria Sra. Urchison, les invitaba a reunirse con ellos en su búnker privado para tratar de sobrevivir juntos a la masacre que se estaba produciendo. Sin contarle que sus padres se acababan de suicidar, PJ aceptaba la invitación y la Sra. Urchison enviaba a su hijo Diego Jr. para recogerles y llevarles hasta su fortificada mansión. 
Diego Urchison acababa siendo envenenado por el joven Maybe, quien a continuación se desplazaba hasta la mansión de los Urchison y les contaba a éstos que sus padres y su hijo habían resultado asesinados por Nausea y Phobia durante el trayecto, convenciendo a los abatidos progenitores para que se introdujeran en el búnker con urgencia dado que las Hermanas de la Muerte aún podían estar siguiéndole. En la que sería la primera de las geniales suplantaciones que llegaría a llevar a cabo en un futuro, PJ empezaba a desempeñar a ojos del abatido y multibillonario matrimonio el papel del hijo asesinado, utilizando para ello un carísimo aparato de cirugía estética que las mujeres con más pasta de Mega-City Uno tenían entre sus artilugios de cosmética, la máquina cambia-rostros, un cirujano plástico del siglo XXII, que junto a la ya conocida droga SLD-88, pasaría a formar parte desde ese momento del repertorio clásico de PJ Maybe.

Con el paso de los meses, la Sra. Urchison empezaba a intuir la verdad de lo que le había sucedido a su hijo, pero antes de que sus sospechas adquiriesen certeza, PJ decidía asesinarla en la piscina del búnker familiar simulando un desgraciado accidente. Ante el desastre que estaba teniendo lugar en el exterior y la perdida de toda su familia, el desafortunado padre perdía la cabeza y resultaba presa fácil para el astuto psicópata, que le conseguía convencer de que era su hijo. Y así se lo confirmaba a Dredd cuando éste lograba por fin atravesar las barreras del búnker y llegaba hasta los dos supervivientes. Con una nueva identidad y una inmensa fortuna de nuevo a su disposición, el joven criminal superdotado se hallaba otra vez en libertad, llevando además una vida de lujo sibarítico bajo el rostro y la identidad del joven Diego Urchison, situación con la que aquel arco argumental de la nueva saga de PJ Maybe llegaba a una primera conclusión.
Al mismo tiempo que John Wagner trataba con Dredd las consecuencias de Necrópolis, el año concluía para Cassandra Anderson con una de sus historias más reconocidas de aquella época, gracias sobre todo al extraordinario trabajo de Arthur Ranson, al que además el color le sentaba magníficamente bien. Situada cronológicamente entre el suicidio de la Juez Corey y el periodo inmediatamente anterior a Necrópolis (con lo que el Dredd que hacía un breve cameo junto a Silver al principio de la historia, evidentemente resultaba ser Kraken), Shamballa (Progs. 700-711) apareció publicada durante los meses de Octubre a Diciembre de 1990 a lo largo de 72 páginas, ocupándose de llevar a la Juez Psíquica hasta la cordillera del Himalaya en busca de la mítica ciudad interior de Shamballa, una de esas leyendas exotéricas tibetanas con las que se corrían (medio mundo) los nazis y que tanto le gustaban a Spielberg.
Aprovechando el vacío emocional sufrido por la telépata tras el suicidio de su mejor amiga, Alan Grant decidía seguir en Shamballa la estela marcada por Triada e introducía a Anderson en un tipo de historias claramente diferenciables de las que se veían en Dredd, abordando para ello un punto de vista bastante más reflexivo. La frase utilizada por Corey antes de quitarse la vida en Leviathan´s Farewell (“la gente con dones como los nuestros, no debería usarlos para hacer cosas tan feas”), tenía un marcado eco en la mente de Anderson a lo largo de la saga.
 
Otro elemento argumental a destacar era el escenario en el que se desarrollaba aquella nueva saga de Anderson y que propiciaba la colaboración entre Mega-Este Dos y Mega-City Uno en el problema común al que se enfrentaban: los Jueces de Mega-Este Dos habían repudiado a Orlok y sus seguidores, que ahora eran considerados como terroristas por sus antiguos aliados, una trama que se seguiría desarrollando en años posteriores y que no venía sino a evocar los aires de la Glasnost que Mikhail Gorbachov había traído al nuevo escenario geopolítico de la época.

La historia partía de la base de unos extraños fenómenos psíquicos paranormales que se habían comenzado a producir a nivel global y que tanto el Departamento de Eventos Forteanos de Mega-City Uno (los encargados de llevar los Expedientes-X, para entendernos) al mando del Juez Rickard, como su equivalente de Mega-Este Dos con la Juez Lychenko al frente, resultaban autorizados por ambas megaciudades para resolver la crisis mediante una actuación conjunta a la que también era asignada Cassandra Anderson como refuerzo junto con otro de los mejores telépatas de la Psikop, el Juez Mikhail Amisov. Ambos tenían en común el haber tenido una impresión psíquica de los seres que se hallaban detrás de lo que estaba sucediendo y del lugar en que se encontraban. Durante el trayecto de Mega-Este Dos al Tíbet, Lychenko y Rickard informaban a Anderson y Amisov de la mitológica leyenda que pesaba sobre la tierra subterránea de Agharti y la oculta ciudad de Shamballa, el lugar al que se dirigían.
 
El grupo lograba superar los obstáculos que surgían en su camino y llegaba finalmente a su destino, situado a más de cinco mil metros de altura en plena cordillera del Himalaya, donde encontraban la mítica ciudad en ruinas y aparentemente desierta. Pero sólo lo estaba en apariencia, puesto que nada más cruzar sus puertas se veían asediados por los Deros, los descendientes de sus antiguos habitantes. Desaparecidos sus opuestos, los Deros ahora eran libres para escapar por fin de sus grutas subterráneas y buscar su ancestral sueño de dominar el mundo exterior a través de una fuerza denominada Vril que era la herencia y legado de la ciudad mística.
Arrinconados por los Deros, Anderson y sus compañeros daban con una cripta en la que encontraban a un viejísimo anciano, moribundo y en trance, que resultaba ser el responsable de haberles contenido durante eones. Con Amisov mordido por uno de aquellos seres y comenzando a ceder a su influencia, Anderson entraba en contacto psíquico con el anciano, descubriendo que si le proporcionaba el sacrificio de una vida conseguiría renovar su esencia espiritual y podría seguir conteniendo a sus enemigos durante una nueva eternidad.

Anderson regresaba al mundo físico en el momento en que el infectado Amisov acababa con Rickard y Lychenko, no quedándole más opción que utilizar al desafortunado telépata de la Psikop como víctima del sacrificio que resultaba necesario para volver a contener una vez más la maldad de los Deros. La historia concluía con una introspectiva Anderson como única superviviente de la expedición a la ciudad oculta de Shamballa, planteándose la irrealidad de todo lo que acababa de suceder allí y recordando a la amiga desaparecida.
 
Tras su regreso del Himalaya, Cassandra Anderson se vería envuelta en Necrópolis, donde tendría que tratar con las Hermanas de la Muerte y la pérdida de otra compañera, Kit Agee, que personalmente siempre me ha parecido que no era sino una Juez Corey reciclada por Wagner ante la imposibilidad de usar a la fallecida Juez Psíquica. Sea como fuere, a partir de este momento Anderson entraría en una espiral de acontecimientos que le acabarían conduciendo a abandonar el Departamento de Justicia y a marcharse de Mega-City Uno, descubriendo además la amarga verdad detrás de su reclutamiento por los Jueces cuando aún era una niña.
Y con esto creo que podemos concluir, sino una época, por lo menos esta entrada. El comienzo de la publicación del Judge Dredd Megazine marcaría todo lo que sucedería a continuación, si bien donde se iba a producir un verdadero terremoto sería en el terreno puramente financiero o empresarial. La extraña muerte (y en circunstancias todavía más extrañas, es decir, en plenas Islas Canarias, a bordo de su yate, y muy presumiblemente con los servicios secretos del Mossad metidos hasta las cejas) del magnate Robert Maxwell a finales de 1991, produjo como una de sus muchas consecuencias la fragmentación en pedazos de su (hasta entonces) poderoso imperio editorial, en cuya división de publicaciones se encontraba precisamente Fleetway. Tras la lógica incertidumbre que se adueñó de toda la gente que de un modo u otro trabajaba para el grupo 2000AD, Fleetway acabaría convertida en una de las divisiones del grupo editorial danés Egmont, los propietarios de London Editions, quienes surgieron de aquella crisis como sus nuevos propietarios, pasando el nuevo grupo a denominarse Fleetway Editions.

Como se puede comprobar, los primeros años de la década de los noventa iban a resultar realmente movidos para el Juez Dredd. Si el Departamento de Justicia no nos mete antes en un psicocubo, en breve se volverá a impartir rigurosa y merecida Justicia a vuestras infractoras retinas.